Educar es un
término complejo de definir y comprender. A menudo se confunde educar con
ordenar, exigir, imponer o simplemente informar. No hay que caer en este error,
pues educar debe ser un proceso mediante el cual un educador facilite y potencia
lo mejor de la persona para que poco a poco adquiera una autonomía e
independencia a la hora de pensar y razonar.
En este sentido, una persona puede compararse con un árbol
que da sus frutos, es un ser individual y original que tiene una semilla (código
genético, capacidades…) al que se le da un cuidado, protección, atención y que
va adquiriendo autonomía e independencia.
Educar, por tanto, no es imponer, amenazar, atemorizar,
chantajear, manipular, culpabilizar, decir como hay que comportarse, etc. Un
educador debe ayudar a que piensen por si mismos, debe predicar con el ejemplo
ya que es tomado como referencia y modelo, y debe favorecer un desarrollo
integral del individuo.
En el libro de “Savater.
(1996). El valor de educar” se destaca la gran importancia de los maestros
de escuela en el desarrollo intelectual y humano de todas las personas, ya que
todos pasamos por esa etapa de escolarización tan influyente en nuestras vidas.
Una gran reivindicación, es mejorar el sistema actual de educación y ayudar a
estos maestros, reconociéndoles la importancia de su labor y recompensándoles
de una forma más justa.
Para terminar incluyo una cita de Montaigne que aparece en el
libro de Savater. F. (1996): “El niño no es una botella que hay que llenar,
sino un fuego que es preciso encender”.